Componentes de violencia y sexismo en el carnaval dominicano
El carnaval encuentra sus
orígenes en fiestas y culturas de civilizaciones de la antigüedad, hallando sus
rastros en Sumeria y Egipto; convirtiéndose más adelante en una válvula de
escape ante la severa formalidad y presión del catolicismo. Entonces el
carnaval es concebido como un tiempo de permisividad. ¿Cuáles son los límites
de la permisividad del carnaval dominicano?
Es entendible que, por ejemplo
en el siglo XV con todo el oscurantismo litúrgico el sistema ofrezca el
carnaval como una medida catártica que ciertamente apoyaba el status quo, pero en pleno siglo XXI,
tiempo de conceptos como la postmodernidad, la libertad y la diversidad ¿Cuál
es el sentido de la celebración del carnaval, si no nos esperan austeros
tiempos de control y severidad religiosa?
Algunas personas dirán
tradición, otras más exageradas incluso pensaran en “identidad cultural
dominicana”, a mí en lo particular me parece una festividad de lo más
desagradable, exaltación de lo grotesco, absurdo y lo que es pero violento y de
mal gusto.
La violencia carnavalesca se
disfraza de algarabía y diversión, los diablos cojuelos o cualquiera de estos
personajes de comparsa tienen derecho de azotar al público en cualquier parte
del cuerpo con sus vejigas de cuero (muchas veces rellenas con piedrecitas,
para que el golpe dure varios días y el moretón te recuerde cuanto te
divertiste), en La vega y Santiago, se supone que solo se les es permitido
azotar a las personas que están debajo de la acera, sin embargo la costumbre
dicta que cualquier enmascarado armado con una vejiga tiene la potestad de
golpearte sin que puedas quejarte o tomar ninguna medida en contra.
Otros personajes fundamentalmente
violentos y agresivos son “Los toros” de Montecristi que salen a “enfrentarse”
contra “Los civiles” con fuetes de soga recia, se escucha el zumbido de los
fuetes y el ruido seco cuando pega en la carne viva de los civiles, que van sin
protección mientras que los toros van revestidos de cartón y telas. ¡A los/las
espectadores les encanta! Sobre todo si el civil termina sangrando. ¿La
justificación de esta barbarie? “acto de despojo, purificación, lucha y
libertad” reza la tradición.
Me parece que hace falta algún
tipo de regularización social, puesto que este ambiente de permisividad implica
que estas caminando por una calle, por la que no se supone que pase el carnaval
y aun así debes soportar, aguantar y permitir que un enmascarado te azote,
porque ¿qué hacer?, no es posible denunciarle por agresión o hacerle entender
que no eres parte de su “tradición”.
A fin de cuentas el mensaje es:
¿Qué busca una mujer en el medio? A quien se le pega el vejigazo es a las
mujeres que osan andar en la calle, no a los hombres que hacen los mismo.
Otro aspecto reprochable de
esta festividad es el importante componente sexista que sigue reproduciendo
para la mujer, aun en este siglo la misma dinámica de roles discriminatoria,
burlona y objetizante.
Los personajes protagónicos son
masculinos: El diablo cojuelo, Califé, Roba la gallina, Los lechones, entre
otros. Las mujeres aparecen con personajes simbólicamente subyugados como en
las comparsas de Taínos o de animadoras de comparsas con tarjes insinuantes.
Es deber del Estado, pero
también tarea individual preservar la dignidad, el respeto. El carnaval con sus
históricas licencias transgrede aspectos fundamentales del humano y humana. En
este sentido vale la pena prestar atención para reformular los fundamentos de
nuestras tradiciones a fin de que sean más justas y dignas, pudiendo así
aflorar con mayor integridad ese lado alegre y colorido que tanto valora gran
parte de nuestra población.