Mujer Caoba

sábado, 1 de marzo de 2014

Componentes de violencia y sexismo en el carnaval dominicano

El carnaval encuentra sus orígenes en fiestas y culturas de civilizaciones de la antigüedad, hallando sus rastros en Sumeria y Egipto; convirtiéndose más adelante en una válvula de escape ante la severa formalidad y presión del catolicismo. Entonces el carnaval es concebido como un tiempo de permisividad. ¿Cuáles son los límites de la permisividad del carnaval dominicano?
Es entendible que, por ejemplo en el siglo XV con todo el oscurantismo litúrgico el sistema ofrezca el carnaval como una medida catártica que ciertamente apoyaba el status quo, pero en pleno siglo XXI, tiempo de conceptos como la postmodernidad, la libertad y la diversidad ¿Cuál es el sentido de la celebración del carnaval, si no nos esperan austeros tiempos de control y severidad religiosa?
Algunas personas dirán tradición, otras más exageradas incluso pensaran en “identidad cultural dominicana”, a mí en lo particular me parece una festividad de lo más desagradable, exaltación de lo grotesco, absurdo y lo que es pero violento y de mal gusto.
La violencia carnavalesca se disfraza de algarabía y diversión, los diablos cojuelos o cualquiera de estos personajes de comparsa tienen derecho de azotar al público en cualquier parte del cuerpo con sus vejigas de cuero (muchas veces rellenas con piedrecitas, para que el golpe dure varios días y el moretón te recuerde cuanto te divertiste), en La vega y Santiago, se supone que solo se les es permitido azotar a las personas que están debajo de la acera, sin embargo la costumbre dicta que cualquier enmascarado armado con una vejiga tiene la potestad de golpearte sin que puedas quejarte o tomar ninguna medida en contra.
Otros personajes fundamentalmente violentos y agresivos son “Los toros” de Montecristi que salen a “enfrentarse” contra “Los civiles” con fuetes de soga recia, se escucha el zumbido de los fuetes y el ruido seco cuando pega en la carne viva de los civiles, que van sin protección mientras que los toros van revestidos de cartón y telas. ¡A los/las espectadores les encanta! Sobre todo si el civil termina sangrando. ¿La justificación de esta barbarie? “acto de despojo, purificación, lucha y libertad” reza la tradición.
Me parece que hace falta algún tipo de regularización social, puesto que este ambiente de permisividad implica que estas caminando por una calle, por la que no se supone que pase el carnaval y aun así debes soportar, aguantar y permitir que un enmascarado te azote, porque ¿qué hacer?, no es posible denunciarle por agresión o hacerle entender que no eres parte de su “tradición”.
A fin de cuentas el mensaje es: ¿Qué busca una mujer en el medio? A quien se le pega el vejigazo es a las mujeres que osan andar en la calle, no a los hombres que hacen los mismo.
Otro aspecto reprochable de esta festividad es el importante componente sexista que sigue reproduciendo para la mujer, aun en este siglo la misma dinámica de roles discriminatoria, burlona y objetizante.
Los personajes protagónicos son masculinos: El diablo cojuelo, Califé, Roba la gallina, Los lechones, entre otros. Las mujeres aparecen con personajes simbólicamente subyugados como en las comparsas de Taínos o de animadoras de comparsas con tarjes insinuantes.
Es deber del Estado, pero también tarea individual preservar la dignidad, el respeto. El carnaval con sus históricas licencias transgrede aspectos fundamentales del humano y humana. En este sentido vale la pena prestar atención para reformular los fundamentos de nuestras tradiciones a fin de que sean más justas y dignas, pudiendo así aflorar con mayor integridad ese lado alegre y colorido que tanto valora gran parte de nuestra población.  

jueves, 13 de febrero de 2014

Lo que necesita una mujer

Virginia Woolf decía que una mujer para escribir necesita una habitación propia.  Yo estoy segura de que necesitamos mucho más que “propiedad y dinero” para escribir, pensar, ser y hablar en esta sociedad de hombres.
En el diplomado en Comunicación y Género que ofrece el Ministerio de la Mujer, la historiadora Carmen Durán nos hizo saber que de 9 mil estudiantes de comunicación social, 7 mil somos mujeres. Este dato, unido a la dinámica que observé en el aula, motiva las siguientes reflexiones acerca de la silenciación de nuestra voz. Pese a que somos “mayoría”, seguimos siendo minoría en cuanto a voz, voto y a derechos se refiere.
Puede que intente engañarnos la globalización y la explosión de “libertades femeninas” de este siglo, pero ¿hasta qué punto hemos superado la dinámica histórica de hacer silencio, de ceder nuestra voz y espacio a los hombres, de dejarnos avasallar, de negarnos a ser libres?
Es cierto que muchas gritamos, hablamos fuerte, entonamos la reivindicación de nuestros derechos como himnos febriles de lucha, sin embargo, seguimos siendo comedidas y limitadas   a la hora de hablar.   No es que esto sea malo, por el contrario, demuestra entre otras cosas respeto por el tiempo y el derecho ajeno, inteligencia en la expresión, correcto uso de los espacios de debate. Sin embargo, desde la perspectiva de lo que esto implica, en términos relacionales en contraposición con el hombre, se verifican grandes y añejas diferencias.
Las dinámicas clásicas y practicadas incluso en este diplomado de género implica que conscientes o no, los hombres imponen su voz,  en contraposición, asumiendo nuestro rol seguimos teniendo una voz relegada al estruendo patriarcal, aunque se disfrace de “ejemplo de educación, síntesis y respeto ajeno”.
Con esto no digo que no existan excepciones. Hombres y mujeres asumimos con justicia el poder de nuestras voces, de nuestro voto. El punto a reflexionar es, ¿en qué medida hemos logrado modificar las dinámicas de género preestablecidas y opresivas para las mujeres?
Todo esto lo describo como modo de ilustrar lo difícil que es, inclusive para grupos más preclaros en temas de género, derechos y equidad, salir de las estereotipadas dinámicas que, de tan milenarias, parecen asunto genético. La buena noticia es que no está en nuestros genes, sino en nuestro sistema conductual, mismo que con conciencia podremos modificar a gusto y criterio.
La dinámica de poder hombre superior a mujer es cosa del pasado y este diplomado nos acerca al ideal de que se conviertan en viejas usanzas, relevadas por modos de relación más justos y equitativos en donde nos desprogramemos para callar y el hombre se desprograme del imponer. Vemos que no es fácil, pero tampoco imposible, lo han demostrado las mujeres que lucharon, murieron y gritaron exigiendo vindicaciones, teorizaron por las reivindicaciones y que, finalmente,  hicieron escuchar su voz.
Vale recordar que la voz a la que tenemos derecho viene con el deber y la condición de que la analicemos y la reinventemos.
Llamó poderosamente mi atención la reproducción de los discursos justificativos del machismo “las mujeres son las responsables del machismo porque son las que crían”, “no nos apoyamos entre nosotras”, “vivimos en competencia, eso no nos permite avanzar en términos políticos” “rivalizamos unas con otras” y ¡caramba!, es difícil lograr verdaderas reivindicaciones humanas cuando seguimos reproduciendo estos pensamientos.
Lo cierto es que muchas de estas aseveraciones tienen un nivel de realidad que no se corresponden a su nivel de verdad, si bien es cierto que casos pasaron, pasan y siguen pasando, no es realista pensar que eso sea una decisión plena y consciente del género, es más bien una profunda configuración social y de roles que ha devenido después de tantos siglos en lo que vemos como cotidiano. Mujeres-objeto que bajo sus condiciones y oportunidades reproducen lo que se les ha impuesto/enseñado como su ser, su “naturaleza”, sin embargo, esto no tiene por qué ser así siempre, algunas conciudadanas así lo demuestran. ¿Qué tienen de poco solidaria y rivalizante la actitud de mujeres  como Socorro del Rosario Sánchez, Concepción Bona, María Trinidad Sánchez, Juana Saltitopa, Ercilia Pepin,… por solo mencionar casos locales y harto conocidos.
A lo largo de toda nuestra historia muchas mujeres han encontrado la manera de escapar de su impuesto destino de malvadas, impuras, delicadas o débiles, para apoyar y contribuir con la construcción de esta “libertad” relativa que, por lo menos la mujer de occidente goza. Si no demos un vistazo a Safo, Olimpia de Gouges, Mary Wollstonecraft, Simone de Beauvoir, Virginia Woolf… muchas de nuestras madres, abuelas o tías.
Algunas de las madres presentes decían que la dinámica de pensamiento y responsabilidad de la mujer cambia con la maternidad, puesto que se tiene que pensar en las necesidades y seguridad de hijos e hijas, aunque estés trabajando.

Esto me deja la duda de qué tan cierto es el presupuesto de Virginia. Creo que además de propiedad y dinero, una mujer necesita  desprenderse del rol madre, por lo menos de momento, para pensar. Puesto que mientras se encuentra en madre mode, la mujer invierte demasiadas energías en preocuparse por sus vástagos. Es necesario desprenderse de los roles y asumirse como humana autónoma, para descubrirse quizás madre, a la mejor, filosofa, escritora, jardinera, comerciante o pensadora, puede que hasta esposa, amante o simplemente, amiga. 

domingo, 9 de septiembre de 2012

La travesía de la mujer hacia sus Derechos Humanos


La realidad nos demuestra que en términos de contrato social las mujeres seguimos teniendo más deberes que derechos. Debemos resaltar que el reconocimiento y libertad hacia las potencialidades de la mujer se han ensanchado en los últimos tiempos, muestra de ello es que estudio y crítico, libre y públicamente el fenómeno que da título a este texto, ahora las limitaciones en términos de derecho y respeto hacia los Derechos Humanos aplicados a la mujer siguen resultando deficientes y mínimos.


La Organización de las Naciones Unidas (ONU), principal propulsora y promotora de los Derechos Humanos fue fundada en 1945, y no es hasta 1975 cuando consciente de la profunda desigualdad entre hombres y mujeres, declara ese como año de la mujer y organiza en México la primera de cuatro conferencias mundiales sobre la mujer, donde se debatieron los problemas sociales y económico que la desigualdad ocasiona, de modo que surgió así EL Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) hoy ONU Mujeres, entidad que procura la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer.

Entonces ¿Qué es lo que nos hace falta a las mujeres para lograr la tan anhelada igualdad en derechos?, si nos remontamos a una situación histórica más remota (aunque no tanto) notaremos que en primer lugar la tradición de pensamiento (altamente machista y misógina) no nos favorece, puesto que grandes pensadores aun vigentes en los procesos lógicos de razonamiento opinaron:

“Hay un principio bueno que creó el orden, la luz, y el hombre; y un principio malo que creó el caos, la oscuridad y la mujer” Pitágoras
“La naturaleza sólo hace mujeres cuando no puede hacer hombres. La mujer es, por tanto, un hombre inferior.” “La mujer es, por naturaleza, inferior al hombre. Debe pues obedecer”. Aristóteles
“Las mujeres son imperfectas por naturaleza; son varones mal concebidos”. Santo Tomás de Aquino
Así mismo la tradición religiosa se encargó de diseminar la idea de que la mujer es un ser maldito, culpable de todos los males que acarrean a la humanidad y por ende inferiores en derechos.

"Que las mujeres estén calladas en las iglesias, porque no les es permitido hablar. Si quisieran ser instruidas sobre algún punto, pregunten en casa a sus maridos.” “El peor adorno que una mujer puede querer usar es ser sabia.” Lutero
“Es preferible un hombre malo que una mujer buena. La mujer es toda malicia, ella cubre al hombre de oprobio y vergüenza”. Eclesiástico, LXII-14.
Como consecuencia las leyes creadas para regular la vida en sociedad resultaron desde su génesis violentas y discriminatorias para las mujeres.

“Cuando un hombre fuera reprendido en público por una mujer, tiene derecho a golpearla con el puño, el pié y romperle la nariz para que así, desfigurada, no se deje ver, avergonzada de su faz. Y le está bien merecido, por dirigirse al hombre con maldad y lenguaje osado." Le Ménagier de Paris (Tratado de conducta moral y costumbres de Francia, siglo XIV)
Luego de proclamados los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789, es firmada la confirmación de la Ley Sálica, que prohíbe a la mujer el derecho de sucesión al trono y la propiedad, entonces una mujer, Olimpia de Gaugues, redacta a modo de critica y propuesta La declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, 1791, hecho por el que fue guillotinada.

“La libertad y la justicia consisten en devolver todo lo que pertenece al otro; así, el ejercicio de los derechos naturales de la mujer no tiene más límite que la tiranía que el hombre le opone; estos límites deben ser reformados por las leyes de la naturaleza y la razón”

“La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos” (Olimpia de Gaugues)
Este es solo un ejemplo parco de la larga y difícil batalla, hacia nuestro estado de derecho actual como mujeres. Sin restar importancia a las miles y millones de mujeres, en el marco de los movimientos feministas o como entes personales, que antes y después han luchado para que hoy podamos gozar de la aun no lograda igualdad de género.
Sí, logramos el derecho al trabajo remunerado, logramos el derecho al voto, logramos el derecho a la educación y luego el trabajo en el ámbito profesional, sí, nos ha tomado siglos de lucha férrea lograr lo que el hombre mantuvo como su naturaleza, y que en el peor de los casos (la esclavitud) logró, casi en su totalidad, hace tres siglos, libertad, igualdad, fraternidad. Aunque hoy trabajamos, estudiamos, decimos lo que pensamos y hacemos como queremos, una significativa porción de la población femenina de la humanidad sigue sufriendo de maltrato, opresión, discriminación, violencia y prejuicio.
“Estudios realizados, por diferentes instituciones, permiten valorar los porcentajes de mujeres en edad adulta que han sido víctimas de asaltos maltrato o abusos por el esposo o compañero, y las cifras no son nada halagüeñas. Por ejemplo, en la Ciudad de México el porcentaje de violencia contra la mujer es del 34%; en Santiago de Chile es 26%; mientras en la capital de Bolivia es 60%. En países del primer mundo, Canadá reporta un 25% de maltrato; Estados Unidos 28%; y en Europa, el 25% de las mujeres belgas y noruegas son maltratadas o violentadas. Las mujeres en Asia también son víctimas de estos atropellos: República de Corea y Malasia tienen 38% y 39% por ciento respectivamente. En África, por solo citar dos ejemplos, Kampala y Uganda, son ultrajadas el 46% de las mujeres; en Kenia el 42%. Ante cifras tan dramáticas, es esencial hacer un llamado a las instituciones y sociedades del mundo que tienen la responsabilidad de velar por los Derechos de las Mujeres en cualquier lugar del planeta. Hay que exigir el cumplimiento, por parte de los Estados, de sus obligaciones. También hay que insistir en foros y encuentros, como ocurre con éste que estamos llevando a cabo en el día Internacional de la Mujer” (http://www.unifemweb.org.mx/)

 
Remontémonos a una de las muchas situaciones locales que afectan nuestra calidad de derecho, el artículo 37 de la constitución promulgada el 26 de enero de 2010, constituye una de las más rebatidas y penosas violaciones al Derecho Humano de la mujer dominicana, el articulo dice:

“Artículo 37.- Derecho a la vida. El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte. No podrá establecerse, pronunciarse ni aplicarse, en ningún caso, la pena de muerte”
Este articulo deja implícito que prácticas como el aborto terapéutico quedan prohibida por ley constitucional, lo que, como ya vimos recientemente ha cobrado vida de mujeres, por no mencionar que el solo hecho de establecer el derecho a la vida “desde la concepción” limita y somete a la mujer (quien también es tiene vida) a un destino fortuito, sin mencionar que dejando de lado consideraciones morales una mujer debe tener el derecho a decidir sobre su vida y su cuerpo en todo momento.
Las luchas feministas que aun se libran y se libraron han tenido y tienen logras significativos, de los cuales es importante mantenerse al tanto, seguir y apoyar, ya que de ellos gozamos, las instituciones están creadas, las leyes contemplan gran parte de las problemáticas, aunque no siempre se cumplen (en este caso es evidente que no se cumplen y deben ser reformuladas en el caso de nuestra media isla), en cuota de participación femenina, reconocimiento social y económico, respeto a su dignidad y libertad… el trabajo que resta debe ser enfocado desde la autoconciencia, reflexión y accionar personal en pro de lo que como humanas merecemos.
Nuestro único destino no es perpetuar la raza humana, como tampoco lo es ser objetos de placer masculino, tenemos las herramientas y capacidades para lograr cambiar esa mentalidad aun generalizada, es solo continuar, empoderarse y lograrlo, en fin bogar por un mundo, un sistema de pensamiento diferente, de igualdad y justicia, el del mundo ideal de las imposibilidades de hoy, que la historia nos demuestra son las realidades de mañana. La travesía de la Mujer hacia sus Derechos Humanos continua y de las acciones de esta y futuras generaciones depende llegar a la meta, igualdad, equidad y justicia.


domingo, 5 de agosto de 2012

De poetisas a poetas: Grandes diferencias

Como si la eterna diferenciación entre lo masculino y lo femenino no bastara, se suele atribuir el sustantivo poetisa a la mujer dedicada a escribir versos, para distinguirla del poeta, presunto hombre dedicado a escribir versos. Y digo presunto porque a  mi entender la palabra poeta es un sustantivo de género común, es decir que tiene una misma terminación aunque diferente articulo que determina su “género” ya que esta diferencia se precia de tan imprescindible, la poeta, el poeta; del mismo modo que periodista, violinista, pianista, testigo, mártir…

Muchas personan han llegado a preguntarme cual es el problema, si una de las luchas feministas es precisamente la inclusión del género femenino en el lenguaje, pues les digo que en primer lugar desde mi entender el arte poético no atiende a géneros,  que aunque históricamente se intente apropiar la palabra poeta a lo masculino, incluye también gramaticalmente lo femenino y por ultimo desde la antigüedad la palabra poetisa se usa como un peyorativo para referirse a aquellas mujeres que escriben versos, aun cuando “su condición de mujer no se los permite, sino precariamente”, viciando el termino hacia connotaciones tales como cursi, incapaz, ignorante.  Desde la antigüedad las mujeres han sido consideradas incapaces de todo proceso que implique intelectualidad, existió por ejemplo Safo, considerada aun hoy día como “la primera poetisa”, ya en épocas mas cercanas, cuando la educación femenina resultaba un privilegio, las poetisas eran conocidas como aquellas que para deleite de los poetas en los salones y peñas literarias entretenían con su ingenuidad y cursilería con una que otra lectura, permitida por supuesto por “los poetas” que no las tomaban en serio y mucho menos les permitían publicar, salvo extrañas excepciones.

El caso de Sor Juana Inés de la Cruz es, para mencionar alguno, imperdible, pues esta debió recurrir a una vida monástica para tener las libertades intelectuales deseadas: una biblioteca propia, estudiar, escribir, participar activamente de tertulias, tiempo deseado… Un dato curioso es que Sor Juana, durante su niñez, se imponía a si misma el aprendizaje perfecto de lecciones, y si no lograba aprenderlas en la medida deseada se cortaba trozos de cabello, puesto que pensaba que la cabeza no podía estar llena de hermosos cabellos y vacía de ideas; presumo que esta idea viene del estudio de la filosofía platónica quien pensaba que mientras más largos los cabellos de una mujer, mas cortas sus ideas.

La poesía en sí desde los griegos era considerada un arte menor, fue necesario esperar hasta el humanismo para que esta tomara auge, y hasta el romanticismo para que las mujeres mediante la idealización poética tomaran notoriedad, salvo por el capricho iluso de los jóvenes poetas quienes se suicidaban para exaltar la idealización del “amor puro y verdadero” digamos que desayudó el posicionamiento dado, en cuyo caso la poética femenina nacía enmarcada en el género privativamente epistolar.  

Hasta el 2001 el diccionario de la Real Academia de la Lengua diferenciaba entre las palabras poeta y poetisa por el género masculino y femenino respectivamente, ese año fue cambiada la definición por: Poeta: Persona que compone obras poéticas y está dotado de las facultades necesarias para componerlas. Es importante que esta nueva definición aluda a un sustantivo común como persona, que incluye ambos géneros, aun no se ha eliminado o rectificado la acepción peyorativa de la palabra poetisa que figura como: Poetisa: Mujer que escribe obras poéticas.

Pese a que innumerable cantidad de libros y autores mantienen la idea de la diferenciación entre poeta y poetisa, aludiendo que la poética femenina está plagada de cursilerías y es netamente sensibilidad sin intelectualidad. Desde lo particular, les digo que soy poeta y que he leído incontable cantidad de poetas  que si, escriben desde los sentimientos y sensaciones que viven y perciben, pero además escriben sobre las ideas, corrientes, estilos y pensamientos imperantes; también, como decir que existen algunas a quienes podríamos dejar en el renglón de poetisas, ya que si la palabra para designar a un hombre que es mal poeta es poetastro, entonces puedo concederme el derecho a pensar que para designar a las malas poetas podemos usar la palabra poetisa.

Entonces algunas de las por mí, consideradas poetas (sin asomos de poetisas) tenemos: Alfonsina Storni, Sylvia Plath, Emile Dickinson, Delia Weber, Alejandra Pizarnik, Virginia Wolf, Gabriela Mistral… entre muchas otras.